Ha comienzos del siglo XX, el estudiante de último de osteopatía, William G. Sutherland (alumno de Andrew Taylor Still, padre de osteopatía), estaba examinando un juego de huesos pertenecientes a un cráneo humano adulto en el laboratorio de la universidad.
En aquel tiempo se enseñaba que dichos huesos no se movían porque se fusionaban a los pocos años de nacer. Sin embargo, aquellos huesos craneales se habían separado fácilmente entre sus manos.
Reparó en la sutura (articulación) biselada que une al hueso esfenoides y al hueso temporal y le vino la imagen de las agallas de un pez. Las mismas que utilizan los peces para hacer movimientos respiratorios. Desde ese momento tuvo la intuición de que aquellas suturas podrían tener un fin parecido.
Se dispuso a probar que, tal y como le habían enseñado, los huesos craneales no se mueven. Fabricó una especie de casco hecho de vendas de lino y tiras de cuero, que podía tensarse por todas partes, impidiendo que se produjera cualquier movimiento craneal.
Experimentando sobre su propia cabeza, tensó las tiras en varias direcciones durante varios días. Al poco tiempo empezó a sentir diferentes síntomas como dolores de cabeza, molestias digestivas y desorientación. Al no ser el resultado esperado, cambió la dirección de las tiras y se sorprendió al obtener un gran alivio.
Después de varias investigaciones hizo muchos descubrimientos sobre lo que el llamó el "mecanismo respiratorio primario". Lo que es la base de lo que hoy conocemos como Terapia Craneosacral Biodinámica.
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